domingo, 17 de junio de 2012

Memorias de Grecia para ser leídas en el ascensor (Artículo de Antonio Rico en La Nueva España)


La mirada humanista del profesor asturiano Pedro Olalla sobre la historia de un país acosado por la coyuntura económica

 

 

    Hace siglos que sabemos que la Tierra no permanece quieta en el centro del universo suspendida de la nada, pero nos está costando entender que Europa no permanece quieta en el centro de la crisis suspendida de los mercados. Y quien dice Europa dice Grecia. ¿Por qué Grecia? Ya no tenemos con nosotros a la gran helenista Jacqueline de Romilly para contestar a esta pregunta, y casi todos los helenistas han sido barridos del mapa de Europa por los mercados, la prima de riesgo, las agencias de calificación, la deuda soberana y toda esa metafísica financiera con la que algunos justifican la estafa de la crisis. Los nuevos sabios de la economía nos piden sacrificios y sentido común, pero no fue el sentido común lo que hizo grande a Aquiles. ¿Por qué Aquiles? ¿Por qué Homero, Platón, Aristóteles, Alejandro Magno? ¿Por qué Grecia, si sus templos están en ruinas? ¿Por qué interesarse por la historia, si el presente es urgente y el pasado es sólo importante? El helenista (sí, helenista), escritor, profesor, traductor, fotógrafo y cineasta Pedro Olalla (Oviedo, 1966) ha escrito un libro urgente sobre la historia de Grecia que arrojará luz sobre nuestro importante presente porque, como dice el escritor asturiano y embajador del helenismo, el fin de la historia es mejorar el mundo y, además, ya es hora de que alguien nos ayude a responder a la pregunta «¿Por qué Grecia?».

    Historia menor de Grecia no es novela histórica y no es historia novelada. Tampoco es un ensayo histórico ni, mucho menos, historia ensayada. No es un manual de historia de Grecia para eruditos, ni alta divulgación para iniciados, ni siquiera una introducción al mundo griego especialmente indicada para todos aquellos que creen que Grecia es un país con algo de historia, un poco de presente y ningún futuro. Pedro Olalla podría haber escrito una novela histórica, una historia novelada, un ensayo histórico, una historia ensayada, un manual universitario, un libro de alta divulgación o un texto divulgativo para uso de alemanes abducidos por la metafísica de la crisis, pero ha preferido ofrecernos, como dice el sugerente subtítulo de Historia menor de Grecia, una mirada humanista sobre la agitada historia de los griegos.

    En la bellísima introducción (cuatro páginas que nuestros políticos deberían leer antes de sacar la tijera), Pedro Olalla dice que todo lo que se cuenta en Historia menor de Grecia ha sucedido, y si no ha sucedido así, al menos influyó en la historia posterior como si así hubiera sido, lo cual es asimismo una forma de suceder. Como Memorias de Adriano, las maravillosas memorias ficticias del emperador romano escritas por Marguerite Yourcenar, una obra meticulosamente documentada que ofrece una visión verosímil y profunda del pensamiento y de la obra de Adriano, Historia menor de Grecia es una delicia literaria con un contenido rigurosamente histórico. Así pues, Pedro Olalla ofrece al lector unas «Memorias de Grecia» que no se limitan a diseccionar con precisión de cirujano y exactitud de poeta a grandes personajes de la historia de Grecia como Homero o Pericles (que también), sino que nos llevan a Alejandría con Demetrio de Falero (295 a. C.), a Roma con los filósofos Carnéades, Diógenes y Critolao (155 a. C.), al puerto de Esmirna con Ignacio de Antioquía (107), a Adrianópolis con Roger de Flor y los principales caballeros de la Compañía Catalana (1305) y, por supuesto, a Atenas, aunque sea la Atenas ocupada por los turcos y acosada por la artillería del veneciano Morosini (1687). ¿Por qué todo esto no forma parte de la historia «mayor» de Grecia, sino sólo de la «menor»? ¿Acaso porque no son grandes hechos, como apunta Pedro Olalla, y no aparecen en los libros de texto? Concedámoslo. Pero sí concedemos también que los hechos «menores» que forman Historia menor de Grecia muestran la grandeza, la vileza o la contradicción de la condición humana mejor de lo que haría un manual con los «grandes éxitos» de los griegos.

    Los 126 capítulos de Historia menor de Grecia abarcan desde las costas de Jonia oriental, en el mar Egeo, en torno al 750 a. C. (un aedo se propone componer un poema sustentado en la escritura en vez de en la memoria), hasta la isla de Ischia, la antigua Pitecusa, en Italia, en 1955 (Giorgio Buchner recompone una copa de barro hallada en la tumba de un muchacho fenicio). Son capítulos cortos y, a veces, muy cortos que se pueden leer en el ascensor o en la parada del autobús. Son capítulos bellos y, casi siempre, muy bellos que se deberían leer después de ver el telediario o escuchar una rueda de prensa de Mourinho. Página a página, vuelven a la vida filósofos como Anaxágoras, a punto de partir para Lámpsaco después de ser condenado por impiedad en Atenas (433 a. C.), o como Aristóteles, que se pregunta en el Ninfeo de Mieza, Macedonia (339 a. C.), si habrá conseguido despertar en el alma del joven Alejandro y de sus amigos el asombro y el cuestionamiento. Capítulo a capítulo, nos acercamos a Eratóstenes de Cirene, que se propone calcular el tamaño de la Tierra (230 a. C.), escuchamos las reflexiones de Filón de Alejandría (40), sufrimos con la ruina de Atenas tras ser destruida por los hérulos (267), acompañamos a Juliano el Apóstata en un sueño imposible (361), espiamos a Teodosio cuando dicta al escriba el edicto en el que desea que todas las gentes gobernadas por él profesen la religión que el divino apóstol Pedro dio a los romanos (380), entendemos por qué el Papa Gregorio revoca el decreto de nulidad sobre el bautismo de los griegos, de forma que el bautismo ortodoxo se considera nuevamente válido (1235), y hasta saboreamos la almástiga de Quíos, un líquido con virtudes medicinales que mana de los árboles. Página a página, capítulo a capítulo, la historia menor de Grecia se hace mayor.

    El filósofo pitagórico Parón decía que en el tiempo se engendra el olvido y proclamó al tiempo rey de la ignorancia. Pedro Olalla ha escrito Historia menor de Grecia precisamente para destronar al tiempo como rey de la ignorancia y proclamar al tiempo como maestro de la vida. El tiempo, la historia, nos habla de la fragilidad de la civilización y de lo efímero de sus conquistas, que han de ser defendidas día a día. En todo momento, sobre todo después del telediario y de las ruedas de prensa de Mourinho. Y en todos los lugares, incluidos el ascensor y la parada del autobús.

 

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